No era el comienzo de una muerte anunciada, ni de una extrañada o infundada nostalgia, sino todo lo contrario. Esta vez la terminal era el comienzo de un nuevo tiempo. Después de todo el aeropuerto estaba en todos lados, entonces el comprendió que los aviones vuelan de un lado a otro y que el destino es una mentira de la realidad; escapar del karma era su nuevo objetivo, aunque se sintiera tan cerca... ¿tan cerca!... de Viktor Navorski. Su identidad secreta.
Por eso VN comprendió la importancia de haberse enamorado una vez más, quizás por últma vez. Porque aunque su sentimiento no fuese correspondido, ella o eso, lo despertó del letargo. Lo ayudó a salir de las noches de insomnio, y de las tardes adormecidas. De sus contradicciones. Ahora estaba listo para una aventura, para no pensar en darle demasiada importancia a nadie... ni a el mismo. Para girar su cabeza en cualquier dirección y reirse, simplemente volver a reirse. estaba listo para volver a ser libre. Para cruzar la puerta y cumplir con sus promesas, sus proyectos... romper con el estigma de sus fracasos. Vivir en espacios diferentes. Sin perder la esencia de sus convicciones más profundas, ni de sus páginas amarillas, de olor añejo. Todo se guardaba en un cofre. Unos pedazos, retazos, de una vida vivida, olvidada, y rescatada. La posibilidad de ser otro... un otro distinto, un otro sin dejar de empezar por el mismo.
En cada momento especial compraba un cigarrette Ben Franklin; y ahora no fue la exepción. Encendió ese puro, que hacía un año y medio no apreciaba, y se sentó a saborear el nuevo tiempo. Luego volvió a los retazos en un cofre, mediante simbologías diversas, y se preparó a enfrentar el día, revestido de intrigas y expectativas, convencido quizas, de que ya nunca volvería a enamorarse, pero que no quería volver al pasado sino para aunar pedazos destrozados en un cofre.
Por eso VN comprendió la importancia de haberse enamorado una vez más, quizás por últma vez. Porque aunque su sentimiento no fuese correspondido, ella o eso, lo despertó del letargo. Lo ayudó a salir de las noches de insomnio, y de las tardes adormecidas. De sus contradicciones. Ahora estaba listo para una aventura, para no pensar en darle demasiada importancia a nadie... ni a el mismo. Para girar su cabeza en cualquier dirección y reirse, simplemente volver a reirse. estaba listo para volver a ser libre. Para cruzar la puerta y cumplir con sus promesas, sus proyectos... romper con el estigma de sus fracasos. Vivir en espacios diferentes. Sin perder la esencia de sus convicciones más profundas, ni de sus páginas amarillas, de olor añejo. Todo se guardaba en un cofre. Unos pedazos, retazos, de una vida vivida, olvidada, y rescatada. La posibilidad de ser otro... un otro distinto, un otro sin dejar de empezar por el mismo.
En cada momento especial compraba un cigarrette Ben Franklin; y ahora no fue la exepción. Encendió ese puro, que hacía un año y medio no apreciaba, y se sentó a saborear el nuevo tiempo. Luego volvió a los retazos en un cofre, mediante simbologías diversas, y se preparó a enfrentar el día, revestido de intrigas y expectativas, convencido quizas, de que ya nunca volvería a enamorarse, pero que no quería volver al pasado sino para aunar pedazos destrozados en un cofre.
Luis A. Martinez.-
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